Carretera Nacional II, un viaje de ida y vuelta por la nostalgia
Una nueva aventura Slow driving para viajar en el tiempo
Aquellas personas que sepan y deseen desafiar al culto a la velocidad a través de la conducción Slow driving que desde Ducere Lente reivindicamos, encontrarán un marco mágico y sugerente en un nuevo viaje que durante las próximas semanas aquí podrán conocer.
De este modo, y llegados al punto en el que vamos a iniciar una nueva andanza por paisajes hoy poco transitados, seguro que quien se haya sumergido en mis aventuras y experiencias aquí contadas ya conoce de mí y de mi forma de pensar y vivir.
Por eso, quienes me hayan acompañado ya en alguno de mis viajes y aventuras de conducción lenta, habrán descubierto que soy un nostálgico… posiblemente un tipo raro que echa de menos algunas cosas y que es feliz rememorando paisajes y pasajes y formas de vivir de un pasado que, por supuesto que no siempre fue mejor.
Sin embargo, este pasado en muchas ocasiones nos ofrece puntos de vista, y emociones en forma de recuerdo que nos hacen añorar sentimientos, personas, vivencias y en definitiva episodios de nuestra vida que aunque quedaron atrás aun forman parte de nosotros.
Siempre he pensado que no hay que estar mirando constantemente al pasado, puesto que nuestra vida y nuestra realidad es el presente, pero no es menos cierto que mirar atrás a veces nos posibilita tanto disfrutarlo más como poner las bases para que el futuro también nos depare y nos diga y aporte más cosas de las que de otro modo haría
Reconozco que echo en falta algunos modos y costumbres de vivir como se hacía hace 40 años y la forma en que podíamos disfrutar de la vida.
La cocina y los guisos de entonces, cuando el microondas era algo desconocido… las eternas conversaciones alrededor de un café sin móviles o tabletas sonando… la forma de desplazarnos y de viajar, sin GPS y mirando un mapa o buscando un recodo en el camino para comer una tortilla o un bar de carretera para hacer un alto en el camino.
Este mundo tecnológico y rápido nos ha dado muchas cosas y ha facilitado la vida en muchos aspectos, pero creo firmemente que aunque hemos ganado muchas cosas también se han perdido otras, y entre ellas, capacidades y aptitudes que nos han llevado a ser menos humanos y más dependientes.
Y si hay algo en lo que se nota el paso del tiempo es precisamente en el tema que nos ocupa… en la conducción y en la relación del conductor con su máquina, y como hemos visto y veremos, la relación de la máquina con la carretera y de ésta con el medio.
Abismales son las diferencias entre los vehículos de antes y los de ahora que ya aparcan y conducen solos, que saben leer las señales, que pueden decidir la velocidad y nos dicen cuando necesitan de ser revisados.
Y gracias también a los dispositivos móviles o a los propios de los vehículos, encontrar un camino buscando una carretera por su numeración, por el nombre del siguiente pueblo, o por la toponimia del lugar, ha quedado como casi un recuerdo de aquel momento en el que el conductor era algo sin lo que el coche no andaba.
Y para que no se me tache de carca y de menospreciar determinados avances y usos que siempre aplaudiré, he de decir que hay cosas que aunque forman parte del imaginario popular y de lo que nuestra infancia dejó grabado en nuestra mente y nuestro corazón, mejor que hayan sido superadas.
Me refiero por ejemplo a aquellas estampas de utilitarios como el 600, el 127, o el R-5, o los ya más confortables Renault 12 o Seat 1430, que marchaban abarrotados con familias enteras que entonces estaban formadas con hasta 10 miembros, con el maletero a reventar amen de una vaca sobre el techo de dudosa seguridad.
Y además, era de lo más habitual que la madre, que por supuesto nunca conducía porque conducir, como el brandy, era cosa de hombres, ocupase su lugar al lado del conductor con uno o hasta dos niños en brazos, cuando elementos como los cinturones de seguridad eran algo que no se sabía para qué servían a ciencia cierta y que hasta 1974 no fueron obligatorios en España.
Reconozco que recuerdos que aun a día de hoy podemos ver en documentales, películas del momento o que rememoran aquellos tiempos, arrancan de mi una sonrisa de nostalgia pero al mismo tiempo me estremezco pensando en un posible imprevisto en el camino que solían acabar con fatales consecuencias.
A aquella época precisamente nos remonta el trazado que elegimos a continuación para sumergirnos en un pasado que aunque pueda parecerlo no lo es tanto, y comprobaremos como a lo largo del camino encontraremos las nuevas vías de comunicación que, casi nunca paralelas, encontraremos en nuestro lento y pausado discurrir.
Se trata de un tramo de Nacional II entre la localidad de Contamina, y el desvío desde la autovía, que cercano a El Frasno, abandona el doble carril para adaptarse totalmente a la ladera de la montaña camino de Aluenda, todo ello en la comarca zaragozana de la Comunidad de Calatayud.
Este viaje nos ayudará a ver cómo un trazado cuando ya no nos interesa por que otro cumple su función, queda relegado al olvido y al abandono aunque el nuevo y rápido no pueda ocupar su lugar más que en contadas y raras excepciones.
Y precisamente este abandono que se traduce en la ausencia de tráfico y de ruido de motores y neumáticos, impulsa a Ducere lente en su deseo de fundirse con un camino que se agarra a la tierra, la montaña y al río permitiendo a la naturaleza ser oída, olida y disfrutada en todo su esplendor…
Te invito a acompañarme a lo largo de una serie de etapas a través de las cuales nos sumergiremos en la historia practicando el slow driving a través de una carretera que nos transportará a unos cuantos años atrás, y en la que Kairós seguro que hace presencia para reglar momentos únicos e irrepetibles y hacerlos inolvidables…