Camino de paisajes lunares… siguiendo la huella de un ferrocarril histórico

Camino de paisajes lunares… siguiendo la huella de un ferrocarril histórico

Hacia  paisajes lunares

Cualquiera que haya observado una fotografía aérea de Zaragoza (o una imagen satélite) reparará en que la ciudad aparece como un gran oasis en medio de una cruz de campos y cultivos que aparecen bajo nosotros como el centro verde y vital de los cursos de los ríos Ebro, Gállego y en menor medida Huerva, junto a los que el Canal Imperial, no quiere perder protagonismo.

Y  habrá seguramente observado, que todo lo que se aparta del curso de los ríos constituye un paisaje blanco, ocre y aparentemente inanimado pero bello y con magnetismo, que ya pudimos relatar en nuestra primera incursión camino de la Sora.

Se trata de la estepa zaragozana,  una sucesión de barrancos, vales, cerros y planas, que separadas por los cursos de agua y su incesante y certera erosión y conformación del valle, constituyen un paisaje singular, único, valiosísimo, pero que los cánones culturales y la tradición siempre esquiva a lo marrón, ocre o pardo, frente a lo verde y frondoso, no ha permitido ser valorado en su justa medida.

Nuestro siguiente tramo a degustar, recorrer y saborear, discurre desde la capital bordeando uno de estos espacios, las planas de Zaragoza, destino y objetivo de ciclistas y caminantes pero difícilmente de conductores dada la desconocida y poco frecuentada infraestructura viaria.

Al igual que ocurría en nuestra primera experiencia, nos vamos a dejar llevar por un trazado histórico, que si bien no tiene la tradición de aquel frecuentado por legiones romanas, y tropas árabes y cristianas, supuso uno de los hitos que la Revolución Industrial dejó como huella en Aragón.

Un ferrocarril histórico

Es este el trazado de lo que fue la línea de ferrocarril minero de Utrillas a Zaragoza y que entre 1904 y los albores de los ´70 unía estas dos localidades acercando, en un tiempo en el que las carreteras eran o pésimas o inexistentes, varias localidades a la capital maña.

En su origen, se buscaba tratar de aprovechar el potencial de las cuencas mineras turolenses, de modo que en el año 1900 se decide constituir la Sociedad Minas y Ferrocarril de Utrillas, MFU, para llevar a cabo su construcción.

Como podemos leer en la web de la asociación turolense de amigos del ferrocarril

«La adjudicación de la línea de vía estrecha se produce el 8 de febrero de 1901 otorgando una concesión por 99 años. La construcción comienza en 1901 y se inaugura el 29 de septiembre de 1904.»

Se trataba de un trazado de via estrecha de 127 km. Que partía de la localidad turolense de Utrillas, y acababa en la estación zaragozana del mismo nombre y que aun hoy en día, podemos ver levantada aunque dedicada a unos usos que nunca podría haber imaginado.

Desde aquí, el carbón que llegase a la capital, podría ser transportado a través de la línea convencional de la MZA para poder llegar a obtener unos réditos económicos que finalmente nunca consiguió.

Es esta una vía que no se adapta a las condiciones que histórica y tradicionalmente han caracterizado a los trazados de vías férreas.

Debido a las dificultades que a los trenes suponen las fuertes pendientes y las curvas de radio reducido, las grandes vías de ferrocarril suelen ceñirse y adaptarse al terreno, haciendo de necesidad virtud, y convirtiendo sus caminos en maravillosos testigos de paisajes, naturaleza, y en definitiva un incesante mimetismo con el entorno, que hace que su recorrido sea un placer en sí mismo. Encontramos el ejemplo y la confirmación de este aserto en las cada vez más vías verdes, que con el apoyo de personas, asociaciones o instituciones de todo tipo, han conseguido dotar de una segunda vida a lo que fueron caminos de hierro que el aparente progreso dejó un día de lado.

Será objeto de otra aventura ahondar más en este hecho, sobre todo al recordar y comparar con las nuevas infraestructuras ya sean ferroviarias o carreteras, en las cuales las obras de ingeniería cobran importancia y protagonismo, haciendo que viajar se convierta en querer llegar deprisa, con menoscabo de las experiencias que el viajero deje de percibir.

En este caso sin embargo las necesidades hicieron que la vía tuviese que cubrir un importante desnivel ya que parte de los 887m. De Utrillas, y una vez alcanzados los 1129m. De Segura de Baños, descendiese hasta los 200m. de la estación zaragozana, lo que confiere un carácter especial y único a esta vía, jalonada de curvas de escaso radio y fuertes pendientes que necesitaron de locomotoras potentes y adaptadas a estas características y necesidades.

Tras una crisis en los años 50, y la nacionalización la década siguiente, el 1966 dejó de prestar servicio, dejando tan solo un maravilloso trazado salpicado de estaciones y apeaderos que hoy en día, tan solo es posible adivinar al hacer el recorrido que en nuestro caso efectuaremos a baja velocidad y unidos a nuestro vehículo.

Siguiendo nuestra filosofía y aunque animamos al aventurero y al conductor explorar esta vía o a utilizarla de camino alternativo, decidimos dejarnos imbuir de aquel sabor del ferrocarril regional tratando de ponernos en el lugar de los afortunados que pudiesen un día disfrutar del camino, o de los maquinistas que tirarían de los trenes, al mando de alguna de aquellas locomotoras y que hoy en día pueden verse en el museo de Utrillas.

Destacar que se trató de una vía de uso mixto de modo que los habitantes de Muniesa, Belchite, Segura, La Puebla, Lécera etc. encontraban en este tren su unión con la capital y todavía hay testigos de lo que aquello fue.

Afortunados y afortunadas aquellas que habrán vivido la experiencia de atravesar un camino, que como hemos citado y al contrario de otros trazados ferroviarios, no se adapta a ríos, valles o accidentes que les marcan el camino, si no que, monte a través y con unas pendientes considerables, trataba de explorar un camino que tan solo el hombre a solas o con tracción animal, había podido gustar y descubrir.

Fieles a nuestro espíritu tomaremos un punto de partida que podría ser cualquier otro…como ya esbozamos en nuestra primera ruta, deseamos que a cada cual, a cada conductor, conductora y protagonista de su propia aventura, el camino le muestre algo, le cuente algo y sea valedor o valedora de su propia experiencia que después sea contada o recomendada.

Recorriendo lentamente el trazado de la antigua vía

En este caso, partimos de la antigua estación de Utrillas, en la antigua carretera de Castellón de la capital zaragozana, para dejar nuestro lado paisajes y nuevos vestigios que hablan de compras, consumo, industria y logística….

Miraflores, no lejos, aparece como una actualización de lo que fue un apeadero convertida en la última estación de la actual línea de cercanías de Zaragoza.

Al llegar a la Cartuja Baja tomamos el desvío que indica a Torrecilla de Valmadrid.

Esta vía que otrora fuese conocida por la continua caravana de camiones de la basura desfilando hacia el vertedero municipal que se encuentra en las inmediaciones, se ha convertido en un contínuo de naves, vías salpicadas de rotondas, y unos desmontes salvajes que anunciaban algunos de los polígonos industriales más extensos no solo de Zaragoza si no de España misma.

Tendremos que hacer un ejercicio de contención y de confianza para avanzar entre camiones y coches a toda prisa, deseando que la última de las naves industriales, deje paso a nuestro objeto, y aparezca ante nosotros silente, tranquila y ávida de experiencias, la estepa zaragozana.

Tomada la última rotonda que recuerda el tráfico y la actividad humana llegamos  a una carretera en buen estado que tendremos que compartir con vehículos entre ellos bastantes camiones de todos los tipos dado que kilómetros adelante, encontramos una mina con gran producción industrial y que precisa de este tipo de servicios.

Cuando ya nos sumergimos en la carretera que reproduce el trazado de aquella vieja vía ferroviaria, la historia y su paisaje se abre ante nosotros.

Serpenteante de nuevo, vamos subiendo entre barrancos y vales salpicados por parideras que recuerdan a vida, y vestigios de antiguos apeaderos que huelen a humo, carbón e historias…

Valdevacas, Baerla, Santa Engracia….esta última acercándose a Torrecilla de Valmadrid, y que aparece ante nosotros como un pequeño asentamiento que anuncia en silencio la llegada a este barrio.

Es a nuestros ojos, un pequeño pueblecito…

Torrecilla de Valmadrid es el barrio rural más alejado y menos poblado de la ciudad de Zaragoza,

Desde finales de los años 50 y por solicitud popular dejaron de tener ayuntamiento propio para formar parte del ayuntamiento de Zaragoza.

Nunca tuvo comunicaciones sencillas con la capital teniendo que conformarse con caminos agrícolas más propios para carros y animales, y fue precisamente con la inauguración de la línea férrea cuando hubo posibilidad de acercamiento de esas planas a la ciudad.

Hasta los años cuarenta no se abrió una carretera que unía también con Valmadrid, la población que encontraremos un poco más adelante, cuando hubo una comunicación de una cierta entidad.

Esto si lo pensamos convierte de nuevo a este camino en objeto de nuestro interés, despertando nuestras ansias, y nos sentimos especiales puesto que, de nuevo, esta carretera que ahora surcamos, será utilizada tan solo por aquellos habitantes de La Puebla de Albortón, Valmadrid y Torrecilla, ya que la Belchite que aguarda más lejana, tiene otra ruta más habitual y concurrida que la une con Zaragoza, de modo que de nuevo compartimos gusto y experiencia con ciclistas y senderistas que buscan aquí, un encuentro con una naturaleza aparentemente esquiva, pero llena de vida y de magia y que suspira por ser considerada.

La Torrecilla de Valmadrid que recuerda a la campaña del Batallador en su conquista y defensa de Zaragoza, invita a seguir descubriendo y avanzando entre monte bajo, pinares al fondo, tomillos, romeros plantas que nos llenan de aromas y en definitiva de mucha más vida y sensaciones de las que pudiésemos imaginar.

Caprichosa es la vía, que toma el nombre de Carretera de Zaragoza, hasta llegar a Torrecilla, y que en los pocos kilómetros que disfrutaremos de ella adquirirá dos denominaciones, de modo que al discurrir hacia Valmadrid, se hará llamar ZP-1108, para cuando menos lo esperemos, encontrarnos que ante la nueva comarca, su nombre muda a Z-V- 1001, en un intento de despistarnos sin darse cuenta de que su trazado totalmente identificado con aquel férreo, y que transcurre por el llamado Barranco del Val, como continua redundancia, no deja de acompañarnos sin el menor atisbo de duda.

Cuando Valmadrid aparece ante nosotros como un pintoresco pueblo encaramado y unido a su paisaje se anuncia ya la comarca de Belchite…y se muestra ante nosotros con testimonios como su iglesia tardogótica y los restos de su castillo.

Considerado pulmón verde de la comarca por una extensión de pinares, en 2009 sufrió como ya nos encontramos en el capítulo referido a las altas Cinco Villas, con la devastación de las llamas que lo asoló cruelmente y que aun hoy en día muestra herido los restos de lo que fue.

De nuevo conocido por cicloturistas y amantes del senderismo, el conductor que antes de coronar el alto que conduce a la siguiente población, pare, descienda, observe y disfrute, será testigo del silencio.

Un silencio que podemos imaginar inexistente cuando aquellas máquinas cargadas de carbón y personas atravesasen esa tierra esteparia y que si nos fijamos bien, podremos escuchar y sentir en pasado y en presente. La magia del momento y del lugar, se incrementa cuando asistimos al espectáculo de la presencia del  astro rey tratando de emerger por encima del escarpe lunar para iluminar ese pedazo de historia y de recuerdos .

No dejamos de ascender, y ya la altura de Valmadrid es superior a 535m. Sobre el nivel del mar , y nos conducirá a casi 700m. Cuando al llegar al punto álgido de la carretera, de nuevo sentimos la acuciante necesidad de abandonar nuestro coche y abandonarnos al espectáculo que ante nosotros surge.

Kairós, que se ha mostrado ante nosotros en forma de paridera, val, o antiguo y destartalado apeadero nos hace ahora mirar hacia abajo….

Kairós descubre bajo nuestros pies el campo de Belchite como una extensión infinita, bella, y llena de argumentos y de historias que de nuevo dan sentido a nuestra aventura.

Tomaremos el tiempo que deseemos, respiraremos, planearemos y tomaremos en consideración, como va siendo norma, disfrutar de ese paisaje en diferentes momentos del día, del año, y según el clima dicte lo que nos quiere aportar.

En los días claros de invierno, o las tardes abrasadoras de verano, ante nosotros tendremos un paisaje que llenará de dificultad tomar la decisión de movernos para descender entre vales y estepa hasta llegar a La Puebla de Abortón, que orgullosa de sí misma y de su entorno, anuncia la exclusividad y la plasticidad de su paisaje, invitando a visitarlo máquina fotográfica en mano.

Si cerramos los ojos en lo alto, podemos imaginar al mismo tiempo, cómo ha de ser ese paisaje árido, brutal y vivo durante los días otoñales o de invierno cuando las nieblas nos habrán acompañado desde la salida de Zaragoza y ese camino habrá constituido un viaje fantasmal, delicado y sorprendente al encontrar el mínimo atisbo de actividad humana, centrada en los pueblos que hemos atravesado, o en algún vehículo cuyas luces encontremos frente a nosotros.

Este paisaje se convierte en magia en cada una de sus versiones…. Si al llegar al alto, la niebla se ha disipado y observamos el sol en lo alto, y la boira pegada a la tierra sin querer renunciar a ella, disfrutaremos de una belleza sin par, con la eterna disputa entre luz y sombra, luz y oscuridad, ante la que el paisaje siempre resulta vencedor…

Si por el contrario, incluso al ir descendiendo, llegamos a La Puebla de Albortón y la niebla no nos ha abandonado, seremos testigos de nuevo de un espectáculo que debería de ser anunciado y reclamado como patrimonio natural por todas aquellas personas amantes de los paisajes que nostálgicos, toman ante nosotros apariencia de blanco y negro.

Nuestro destino habrá sido este camino, aunque no queremos dejar de contar y plasmar lo que La Puebla de Albortón, además de este entorno referido, puede mostrarnos para hacernos vibrar y fundirnos con la historia… no solo de ese ferrocarril centenario, ni con la de Aragón, si no curiosamente, con la historia de un pais hermano, Uruguay, lejano como el que más, pero cercano del mismo modo hasta sentir que La Puebla forma parte de él mismo.

Aquí nació en 1693 Juan Antonio Artigas, abuelo de José Gervasio Artigas, fundador de la República Oriental del Uruguay…

Curioso como un recóndito lugar de la estepa zaragozana, tiene a día de hoy reconocimiento por personalidades del otro lado del Atlántico, entre ellas José Mújica, ex presidente uruguayo, que hace unos años visitó la localidad honrando el origen aragonés y estepario de uno de sus hijos ilustres.

La Puebla es un vestigio en sí mismo… de tantas y tantas cosas…

A la ermita del Rosario, se unen las iglesias de la Asunción y San Sebastián…que hablan de una fundación asociada al monasterio de Rueda, lejano en la distancia…

La antigua estación de ferrocarril, el recuerdo de un frente en una guerra asesina que tuvo a la población cercana y le produjo daños y daños como a la vecina Belchite.

Y de nuevo… quedamos en el camino…

como indicamos anteriormente, será difícil que desde Belchite o las poblaciones circundantes se visite este camino lleno de sorpresas, palabras, silencios e historias por que otras vías más rectas y conocidas son las más frecuentes hacia la vida.

Bélchite y su comarca es una tierra que languidece sin saber por qué…

Una tierra separada de la civilización por un maravilloso espacio que hemos podido degustar y que invitamos a conocer como medio, como camino, como plasmación de lo que nos puede hacer sentir y aprender, sin necesidad de nuevo de ir desde… a…

2 thoughts on “Camino de paisajes lunares… siguiendo la huella de un ferrocarril histórico

    1. Gracias Francisco, ya será un éxito haber conseguido que de vez en cuando paremos para realizar algo despacio, sea lo que sea, y dedicarnos un rato a nosotros y los nuestros. Si además aprendemos todos de lo que tenemos cerca ¡¡Genial!!

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