EN BUSCA DE LO OCULTO
Continuando la aventura hacia lo oculto, que comenzamos en nuestra experiencia anterior, partiremos con la mente fija en ese mensaje que nos llevó a desear vivir la experiencia del Moncayo desde otros puntos de vista .
Haciendo gala de nuestra filosofía, no vamos a desplazarnos por las vías rápidas que en mi caso, comunican Zaragoza con la comarca del Aranda…
No deseo ir hacia el Moncayo sino rodearlo, y por esa razón una mañana de septiembre, con el cielo despejado, cuando al sol aun no se le espera y la luna y el lucero del Alba me acompañan en mi camino, salgo en dirección a Pozuelo de Aragón.
Comenzamos ya a discurrir por parajes y lugares poco asociados a nuestro Dios Moncayo… Pozuelo, Fuendejalón… cruce de caminos entre el Valle del Ebro, el campo de Borja, la comarca del Aranda y el Jalón, aparecen como las primeras poblaciones que levantan la mano aun dormida y reclaman mi atención de modo que mis ganas se acrecientan.
Me señalan a Tabuenca, aparentemente en tierra de nadie, que me va a recibir en el momento en el que el sol lucha por aparecer en el horizonte, y justo cuando se une la carretera que viene de Borja, paro, diviso, disfruto…
Veo negro, azul, amarillos y naranjas en en centro… veo azules, malvas y rojos rasgando un día para comenzar otro en un maravilloso fundido…pero la noche está todavía, dando vida a animales de todo tipo que salen a mi paso desde hace rato.
En un momento dado siento la necesidad de oler y vivir ese instante, de modo que dejo mi vehículo a un lado para poder caminar sobre mis pasos y acercarme al alto desde el que una imagen que anticipa mi aventura aparece ante mí.
Tomo aire, contemplo y cuando he podido degustar el aire de la mañana, vuelvo a mi coche y comienzo la ascensión atravesando este precioso pueblo en alto, que me saluda invitando a llegar al alto del puerto de para divisar mejor los rayos dorados del amanecer.
Paso junto a varios paseantes que buscan el frescor y la brisa de la mañana caminando por una carretera que compartimos y que nos ampara a ambos.
Al llegar al puerto encuentro el primer atisbo de lo que Kairós me depara…
Separando dos comarcas y dos mundos, el puerto de la Chabola se erige a casi mil metros de altura para invitar a un descenso a tierras del Aranda aunque será el Isuela el que nos recibirá primero para hablarnos del Moncayo.
Con el valle a nuestros pies alcanzaremos Tierga mientras todoterrenos con remolques, vehículos agrícolas y algún coche con las bicicletas de montaña sobre sí, se cruzarán en mi camino como anécdotas.
Antes de llegar a Tierga la divisaremos desde lo alto.
En otra llamada a mi ansia, he de dejar de nuevo el coche en la cuneta para observar la población mientras algunos de esos tractores avanzan despacio y ruidosos tratando de alcanzar el tramo donde me encuentro.
Sobre fondo ocre, marrones y verdes de algunos pinos, su caserío con predominancia del blanco resalta aportando su silueta y color.
Una vez ya descendido, Tierga señala a todos… Illueca, Borja, Trasobares, Tabuenca… como un buen compañero anima a que decidamos nosotros dónde deseamos ir, como queriendo extenderse hacia ellos de modo que su presencia no deje de acompañarnos…
Quizás es por eso que a modo de metáfora, en su término cuenta con una mina de hierro que desde hace siglos fue explotada y que atrajo hacia sí la romanización y algunas calzadas romanas de las que hoy aún queda algún lienzo. Hoy en día esa mina, es clave para la extracción de un pigmento que es utilizado en muchas aplicaciones y cuya presencia, llevando la de su madre Tierga, se extiende por todo el mundo y en muchos objetos y productos que hacen que sin ser conscientes, tengamos pegadito a nosotros un pedazo de esta comarca.
Llegados a ese punto en el que Tierga sigue siendo paso de calzadas y caminos, tomaremos el angosto y bello que señala a Trasobares y Calcena….
La de por si ya complicada carretera A-2302, se estrecha más si cabe cuando comenzamos a ascender por un bello trazado paralelo al río Isuela.
Es el Isuela un río afluente del Aranda… la diferencia entre ellos no es mucha en kilómetros, pero el Isuela se encaja en su paisaje como queriendo no solo formar parte de él, si no de crearlo, de excavarlo, de fundirse con él.
Es un río que en menos de 50 km. De recorrido desciende casi 1200m. Desde las cumbres cercanas a Beratón ya en la provincia de Soria, y a donde luego nos conducirá nuestra curiosidad imperiosa, comienza un descenso pronunciado formando un valle estrecho y que unirá tierras sorianas con Purujosa, Calcena, Trasobares y Tierga antes de seguir camino para encontrarse con el Aranda al que tributar sus aguas y vida.
De este modo, la carretera que nos rodea con pinares, olivos y algunos cultivos, se va adaptando a su curso aunque en este momento estemos realizando el recorrido a la contra de su naturaleza.
Salpicado de nuevo el trazado con las señales que avisan de animales en libertad, curvas, pendientes y prohibiciones de ir a altas velocidades, el contexto se confabula para llamar nuestra atención y es cuando el terreno difícil y las señales de peligro o de prohibición se convierten en poderosos atractivos para los amantes de Ducere lente en nuestra incesante búsqueda de la conducción excelsa.
NATURALEZA CAPRICHOSA…
Y es entonces, como de nuevo nuestro Dios favorito, Kairós, hace presencia en forma de flash, y aparece ante nosotros en forma de árbol con tronco de forma imposible, retorcida y bellísima.
En una curva a la izquierda, cuando un campo de pequeños olivos sería lo primero que viésemos al levartar la mirada o llevarla fija en la carretera, hace su aparición este pino que nos obliga a parar, y de nuevo observar, degustar e imaginar…
Podría ser nuestro asiento, nuestro columpio o nuestro lugar de contemplación del recorrido que hemos ido dejando atrás…
Justo en ese momento una reflexión me viene a la mente y me invita a seguir profundizando en ese pensamiento acerca del punto de vista y la perspectiva que el Moncayo me hizo tomar en cuenta.
Me doy cuenta de que, como en la vida en general, no es bueno echar la vista atrás constantemente pero sí de vez en cuando mirar al pasado o a lo ya ocurrido nos da otro punto de vista, nos hace ver las cosas en perspectiva y aprender que no siempre hay un camino sino varios…
Y mientras pienso esto echo la mirada hacia el lugar de donde vengo… sentado en el árbol y me doy cuenta de que el paisaje no es el mismo, de que el paisaje ha cambiado y que las cosas se ven de una forma diferente si se va, o si se viene…
Es entonces cuando siendo consciente de que a través de la carretera estoy remontado el río Isuela, y me reafirmo en la idea de que mi camino me llevará hasta Beratón para disfrutar del camino desde una perspectiva diferente al subir y al bajar siendo parte de la pendiente del mismo.
Cuando ya el sol ha adquirido algo de fuerza y sus rayos acarician mi piel mientras estoy inmerso en mis pensamientos, reanudo el camino y me pongo en marcha para alcanzar Trasobares, que aparece ante mí al final de un trecho de camino marcado por el verde de los chopos y el gris del asfalto irregular que me guía hasta su casco urbano.
HISTORIAS DE REYES, DIOSES Y MAGIA
Trasobares es lugar de historias regias y mágicas y aunque la carretera lo bordea por el alto, merece la pena abandonar nuestro coche y acercarse a disfrutar de unas historias que a día de hoy tienen su impronta en este lugar de la oculta cara del Moncayo.
El origen del asentamiento urbano es medieval y está explicado en este relato que nos traslada a un momento de la historia en la que deidades, reyes y ángeles celestiales parecían pertenecer a una misma especie.
Encontramos en esta población un antiquísimo monasterio de monjas cistercienses que es el lugar al que debe su fundación Trasobares, y se remonta al S XII y del que hoy podemos admirar un precioso arco enclavado en su caserío.
Cuenta la leyenda que el lugar y la razón de este monasterio se remonta a la aparición de la Virgen al mismísimo rey de Aragón Sancho Ramírez cuando aun este territorio no era Aragón y formaba parte de la poderosa Taifa de Zaragoza.
Parece ser, y no tenemos argumentos para dudar de ello, que el Rey realizó una peligrosa expedición para reunirse con el rey Alfonso VI de Castilla, teniendo que atravesar de incógnito y con la sola compañía de unos criados esos territorios en manos de los malvados moros.
Se dice en las crónicas y a modo de profecía, que el Rey dadas las circunstancias de tan arriesgada empresa, se decidió a viajar a Castilla por Caminos ocultos, otorgando calidad de histórica e indiscutible, al calificativo de esta cara del Moncayo.
Así que transcurriendo por estos caminos llegados a este oculto punto, ya cerca de Castilla, tuvieron que acampar una noche y fueron acogidos por tres leñadores cristianos y sus familias que habitaban por el lugar. Y en tan buena hora, porque mientras el rey dormía, un gran resplandor que incluso a los gallos despertó haciéndolos cantar, pudieron ver reluciente a la Virgen rodeada de ángeles que la veneraban…
Cuando acabose el prodigio y la oscuridad de nuevo lo cubrió todo, se acercaron al lugar de lo ocurrido y pudieron observar que como resultado y fiel testigo de lo que vieron, una imagen de la virgen esculpida en madera, se hallaba frente a ellos y que a la vuelta a Aragón el rey llevó consigo con destino San Pedro de Siresa en el Aragón conocido.
Posteriormente Alfonso I el Batallador, tras la reconquista de este territorio, trasladó la imagen de la virgen al lugar, donde se fundó una pequeña ermita para su veneración y que daría lugar al monasterio que ahora ven nuestros ojos maravillados ante semejante milagro.
Siglos más tarde el monasterio de no mucha capacidad, quedaría espiritualmente unido al gran monasterio de la otra cara del Moncayo, el de Santa María de Veruela, remarcando el carácter sagrado de la montaña que los acoge a su falda.
Incluso hay voces que hablan de un hecho producido en el monasterio, cuando siglos más tarde un vecino ilustre, el Papa Luna, hizo marchar a las monjas debido a extrañas y maniobras de poder y misterio…
Cuentan que los habitantes de la villa escucharon una salve producto de bellas y mágicas voces, a la hora a la que solían cantar las religiosas, y cuando llegaron pensando que estaban de vuelta vieron absortos como no había nadie, con lo cual la única respuesta posible era pensar que un coro celestial había interpretado maravilla sin igual
Después de trasladarme a tantos siglos atrás, de nuevo reemprendo camino teniendo que hacer un esfuerzo para no perderme ni un ápice de lo que en la carretera me aguarda con la vista puesta en Calcena que no tardaré en alcanzar…pero eso será objeto de otro episodio de esta aventura que nos lleva a rodear esa montaña mágica en busca de estímulos y experiencias que poco podíamos imaginar.