La pausa nos regala momentos y sensaciones como esta para descubrir que en la sencillez hay belleza.
Lechago durante mi visita, fue un lugar en el que el silencio acompañaba creando un ambiente de recogimiento y de identificación con sus calles y sus rincones más bellos.
a la vuelta de una esquina y mirando hacia el alto para ver la torre de la Iglesia me encuentro con este rincón en el que resalta un vetusto arco que parece no conducir a nada.
No inspira querer entrar, ni siquiera la curiosidad por saber lo que hay detrás… Tras esos dos arcos decadentes pero deliciosamente abandonados se observan unos cipreses que suben hacia el cielo como metáfora de lo que supone la puerta de los cielos…
Dicen y gritan belleza, paz y silencio.