Otoño, madurez, sus enseñanzas

Otoño, madurez, sus enseñanzas

OTOÑO…

para algunas personas entre las que me incluyo la estación más bonita del año.

Y no solamente en el aspecto estético aunque es cierto que la explosión de colores que nos regala la naturaleza en cada una de sus manifestaciones es posiblemente la plasmación más visible y estremecedora de su magia y su encanto.

El otoño, tiene un componente sentimental que une lo humano con sus orígenes ancestrales y sus tradiciones más antiguas dictadas por los ritmos y las pautas de la Tierra, de cuya esencia y alma, parece que el hombre se quiere apartar.

Sin embargo, es en esta estación del año en la que el hombre, aunque se quiera independizar de su esencia, se hace más cercano y más parecido a la Naturaleza misma de la que forma parte aunque a veces no lo parezca.

Sé que podrá parecer contradictorio este aserto viniendo de alguien que ha dedicado su carrera profesional al transporte, pero hay que decir que el otoño se ha convertido en un constante goteo de fechas y fiestas convertidas en excusas para gastar, consumir y comprar cosas que posiblemente tiraremos por que no necesitamos.

Posiblemente por esa razón, y por que nuestros dispositivos móviles no dejan de recordárnoslo, hoy en día, toda la gente joven sabe cuándo es Black Friday, Ciber Monday o Halloween (Totalmente desprovisto de su verdadero significado). Estas palabras, hace tan solo cuatro días, sonaban extrañas y ajenas a nosotros y nuestra cultura, pero parece que han llegado para quedarse mientras que si preguntamos cuándo es San Martín o el día de difuntos tan solo personas de una cierta edad podrán dar la respuesta.

Las fiestas, tradiciones y representaciones culturales que vivimos durante el equiconoccio de Otoño, tienen su origen en la total y absoluta identificación del hombre y la Naturaleza, y con los ritmos que la Tierra en su sabiduría permanente nos hacía revivir año tras año de modo cíclico.

El humano se mimetizaba con esos ritmos y celebraba y gozaba dando gracias a la vida misma por los frutos de la recolección y las posibilidades que los animales les ofrecían para hacer frente al invierno perfectamente representado en la fiesta de San Martín durante el mes de noviembre.

Es curioso como en América tienen una maravillosa y descriptiva tradición de todo esto como es el Día de Acción de Gracias, pero curiosamente lo que tiene un componente de gratitud y de reconocimiento, nos ha llegado en forma de consumismo y de hacernos ver que nunca es suficiente con lo que tenemos de modo que tenemos que comprar más y más.

Paradojas de la vida.

Varias interpretaciones etimológicas dotan a la palabra Otoño de un maravilloso concepto que habla de asentamiento, de auge, madurez… de plenitud.

Una plenitud que hacía del otoño la época perfecta para echar la vista atrás, para revisar, para aprender, para reflexionar y para mejorar, y de hecho una de las grandes metáforas que al hombre le dota la Naturaleza es la de dejar caer las hojas viejas para un día, ver crecer flores y frutos renovados igual que nuestras ganas, espectativas y proyectos.

Son estos mismos conceptos de madurez, auge y plenitud a lo que se une la EXPERIENCIA, los que definen a las personas maduras, de una cierta edad y que por esa razón, en muchos aspectos deberían de ser referencia y ejemplo para nuestras pautas de comportamiento.

El otoño se plasma en la Tierra, como en las personas a través de diferentes formas que hablan, no solo de belleza sino también de poso, sabiduría, reflexión y esto es lo que nos permite establecer un paralelismo maravilloso entre la Naturaleza y las personas.

Sin embargo, en unos momentos de la historia en los que hemos desprovisto al Otoño de su verdadero sentido de gratitud, reflexión, de pensar en renovarnos y renacer, vemos como también a las personas de cierta edad se les relega al olvido, a la irrelevancia.

Parece que en nuestro mundo, “no hay lugar para los viejos”, y confieso que al escribirlo una mueca de desaprobación se dibuja en mi cara pensando que hemos convertido esa palabra en algo pesado, incómodo y totalmente peyorativo, cuando posiblemente tendríamos que hacerle un homenaje y despojarla de esa carga de negatividad y de rechazo.

En unos momentos históricos en los que la desgracia pandémica se está cebando precisamente con las personas mayores, y cada vez más denostamos y maltratamos todo su acervo, aprovechemos el Otoño para pensar, reflexionar, agradecer y pensar, que un día, posiblemente no lejano, estaremos ahí, en su lugar y entenderemos entonces, que sin nosotros, sin nuestra voz, nuestra aportación y experiencia la vida no será tan productiva y maravillosa como podría ser.

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